Cuando era niño y jugaba al fútbol con los amigos, el propietario del balón se permitía unas licencias que ningún otro jugador tenía. Además de jugar, tenía el privilegio de elegir los compañeros de equipo y, llegado el caso, convertirse en árbitro. Porque el propietario del balón siempre tenía guardado ese recurso fatídico de: “¡la
pelota es mía!”. Esa frase acallaba todas las discusiones posibles porque sabíamos que el juego se terminaba si el propietario del balón no se salía con la suya.
La ciudad de Cádiz está comunicada por una autovía y un puente que son insuficientes para dar salida y entrada a los miles de vehículos que transitan a diario. Por ello, desde hace algunos años, se reivindica un tercer acceso que descongestione la circulación de automóviles. Ahora parece que el proyecto del ingeniero Javier Monterola se hará realidad, todos los partidos políticos se disputan la propiedad del puente. El puente es mío, parece afirmar en cuñas publicitarias, folletos y suplementos en la prensa provincial la alcaldesa Teófila Martínez. El Puente lo hace el actual Gobierno afirma el PSOE y recuerda los trámites interminables, la desidia de los gobiernos anteriores o que el proyecto final nada tiene que ver con los que esbozaba el gobierno del Partido Popular.
Con el puente pasa como con la
pelota del juego infantil. Suponen, los dos partidos, que ser el “propietario” del mismo tendrá su repercusión en las urnas, sin pensar que a los ciudadanos lo que de verdad nos interesa es contar con unas administraciones públicas que se pongan de acuerdo y gestionen no en virtud de coincidencias o divergencias políticas, sino en beneficio de los ciudadanos.
El PP nos trajo hace unos días a Rajoy para hacer prácticas de presidente, se entiende que aún no han terminado de digerir la situación, y fotografiarse junto a Javier Arenas y Teófila Martínez delante de un cartel en el que se leía “El puente del PP que nunca quiso el PSOE”. Rajoy, con éste y otros gestos, nos demostró su enorme talla de hombre de Estado y, como los niños del juego infantil, parecía exclamar: ¡el puente es nuestro!
Magdalena Álvarez, ministra de Fomento,
Puente de La Pepa: "Es más alto, más ancho y más largo que el que diseñó el anterior Gobierno del PP". Temiéndose lo peor, la ministra ya le ha puesto nombre:
Puente de La Pepa. Dicen que como homenaje a la Constitución de 1812, pero para mí que ha buscado un nombre alternativo y de mujer para evitar que el puente, a base de tanta publicidad, la gente termine por conocerlo como “el puente de la Teo”.
Nuestra democracia tiene mayor madurez que nuestros políticos. Los políticos, que debieran convertirse en los referentes éticos de los ciudadanos, no dejan pasar ocasión para demostrarnos su puerilidad. Al grito de; ¡el puente es mío!, han dejado pasar una estupenda ocasión para demostrar que algunas veces son capaces de aparcar las diferencias partidarias en beneficio de los ciudadanos; que las administraciones trabajan por el bien común, sin mirar colores políticos. Dejaron pasar otra ocasión para la satisfacción compartida y siguen obstinados en tratarnos como súbditos ignorantes dispuestos a asentir sus simplezas.
Mientras que ellos cuentan votos y parecen dispuesto a repetirnos “¡eso lo hice yo!”; nosotros seguiremos esperando una ataque de sensatez y sentido común.
Publicado en
El Otro Diario